Por: Verónica Aceves Peredo.
Según una sencilla definición, el reconocimiento es: “Una distinción de una persona o cosa del resto por sus cualidades o rasgos.”
En la vida cotidiana, una de las principales causas de que existan problemas en las relaciones interpersonales, se debe a que no existe generalmente reconocimiento mutuo. Decía la Madre Teresa de Calcuta: “a menudo las personas necesitan del aprecio más que el pan”.
Y es muy cierto! La mayoría de los humanos buscan ser reconocidos y por tanto “apreciados” y se esfuerzan mucho para lograrlo a través de su trabajo, por medio de sus cualidades, de la labor que desempeñan, de sus éxitos, de sus “renuncias”, de sus habilidades, etc. Por lo que se podría pensar que la necesidad de reconocimiento es básica para el humano.
Las personas parecen necesitar hacerse conscientes del poder que tienen, porque esto les hace sentirse importantes y esto contribuye a su bienestar emocional.
Sin embargo, si hablamos del reconocimiento desde el punto de vista espiritual, sería intrascendente e inútil que fueros otros los que nos dieran el reconocimiento desde afuera, cuando el verdadero empoderamiento y reconocimiento viene de ponernos en contacto y sintonía con nuestro Ser Superior; el reconocimiento que viene del exterior nutre el ego y sirve para aumentarlo, ya que se basa en incentivos como pequeños elogios, felicitaciones, calificaciones, y todo tipo de muestras de admiración.
Cuando tenemos CONSCIENCIA de nuestra verdadera naturaleza, no necesitamos la apreciación de los demás y esto no implica , ni mucho menos significa soberbia y falta de humildad.
Cuando estamos actuando y viviendo desde nuestro Ser Superior, la fuerte y brillante energía que emana nos envuelve y nos empodera, quitando toda necesidad de reconocimiento, transmutándola en un gran agradecimiento de Ser, a la vez que podemos “reconocer” y agradecer todo lo creado y ver en todo lo que nos rodean está fuente de energía que vibra en una alta frecuencia.
Más que buscar el reconocimiento, aquellos que estamos trabajando en el camino espiritual, debemos buscar en lo más profundo de nuestro Ser, la fuente de energía divina que nos ha dado la vida y todo el potencial de brillar, proyectar y reconocer en toda la creación la Luz Divina, para hacernos uno con ella.
¿Pero como salir de nuestra necesidad “humana” de reconocimiento y apreciación?
¿Cómo transcender el ego y reconocer nuestra divinidad?
Son preguntas qué nos surgen y ante las cuáles generalmente no encontramos respuestas convincentes.
Yo tampoco tengo la respuesta a ellas, pero si tengo una propuesta.
Si nos proponemos cada día, al despertar mostrarnos agradecidos por “Ser”, por el hecho de haber sido concebidos a imagen y semejanza del Gran Creador, reconociendo que el Amor por excelencia, imprimió en nosotros su sello divino; y si además observamos por lo menos unos minutos en el trascurso del día, los que nos rodea, “apreciando” todo desde el Ser, desde nuestra verdadera naturaleza, dispuestos y abiertos a ver en todo lo manifiesto, la luz que emite toda la creación, y por supuesto todos nuestros hermanos, por muy oculta que aparentemente se encuentre su luz y su brillo.
Esto puede ser posible si recordamos que aun cuando el cielo se observe totalmente lleno de nubes oscuras y densas, detrás de ellas, superándolas, trascendiéndolas, encontraremos que el cielo y el sol siempre se encuentran brillando. Nunca perdieron su luz, ni dejaron de ser lo que son.
Desde lo profundo de mi corazón, en dónde se encuentra el trono de mi Ser Superior, saludo, aprecio y reconozco la belleza y divinidad de toda la creación.
¡In lak’ech!
Dra. Verónica Aceves Peredo.
[email protected]
Psicoterapeuta-grafóloga
Según una sencilla definición, el reconocimiento es: “Una distinción de una persona o cosa del resto por sus cualidades o rasgos.”
En la vida cotidiana, una de las principales causas de que existan problemas en las relaciones interpersonales, se debe a que no existe generalmente reconocimiento mutuo. Decía la Madre Teresa de Calcuta: “a menudo las personas necesitan del aprecio más que el pan”.
Y es muy cierto! La mayoría de los humanos buscan ser reconocidos y por tanto “apreciados” y se esfuerzan mucho para lograrlo a través de su trabajo, por medio de sus cualidades, de la labor que desempeñan, de sus éxitos, de sus “renuncias”, de sus habilidades, etc. Por lo que se podría pensar que la necesidad de reconocimiento es básica para el humano.
Las personas parecen necesitar hacerse conscientes del poder que tienen, porque esto les hace sentirse importantes y esto contribuye a su bienestar emocional.
Sin embargo, si hablamos del reconocimiento desde el punto de vista espiritual, sería intrascendente e inútil que fueros otros los que nos dieran el reconocimiento desde afuera, cuando el verdadero empoderamiento y reconocimiento viene de ponernos en contacto y sintonía con nuestro Ser Superior; el reconocimiento que viene del exterior nutre el ego y sirve para aumentarlo, ya que se basa en incentivos como pequeños elogios, felicitaciones, calificaciones, y todo tipo de muestras de admiración.
Cuando tenemos CONSCIENCIA de nuestra verdadera naturaleza, no necesitamos la apreciación de los demás y esto no implica , ni mucho menos significa soberbia y falta de humildad.
Cuando estamos actuando y viviendo desde nuestro Ser Superior, la fuerte y brillante energía que emana nos envuelve y nos empodera, quitando toda necesidad de reconocimiento, transmutándola en un gran agradecimiento de Ser, a la vez que podemos “reconocer” y agradecer todo lo creado y ver en todo lo que nos rodean está fuente de energía que vibra en una alta frecuencia.
Más que buscar el reconocimiento, aquellos que estamos trabajando en el camino espiritual, debemos buscar en lo más profundo de nuestro Ser, la fuente de energía divina que nos ha dado la vida y todo el potencial de brillar, proyectar y reconocer en toda la creación la Luz Divina, para hacernos uno con ella.
¿Pero como salir de nuestra necesidad “humana” de reconocimiento y apreciación?
¿Cómo transcender el ego y reconocer nuestra divinidad?
Son preguntas qué nos surgen y ante las cuáles generalmente no encontramos respuestas convincentes.
Yo tampoco tengo la respuesta a ellas, pero si tengo una propuesta.
Si nos proponemos cada día, al despertar mostrarnos agradecidos por “Ser”, por el hecho de haber sido concebidos a imagen y semejanza del Gran Creador, reconociendo que el Amor por excelencia, imprimió en nosotros su sello divino; y si además observamos por lo menos unos minutos en el trascurso del día, los que nos rodea, “apreciando” todo desde el Ser, desde nuestra verdadera naturaleza, dispuestos y abiertos a ver en todo lo manifiesto, la luz que emite toda la creación, y por supuesto todos nuestros hermanos, por muy oculta que aparentemente se encuentre su luz y su brillo.
Esto puede ser posible si recordamos que aun cuando el cielo se observe totalmente lleno de nubes oscuras y densas, detrás de ellas, superándolas, trascendiéndolas, encontraremos que el cielo y el sol siempre se encuentran brillando. Nunca perdieron su luz, ni dejaron de ser lo que son.
Desde lo profundo de mi corazón, en dónde se encuentra el trono de mi Ser Superior, saludo, aprecio y reconozco la belleza y divinidad de toda la creación.
¡In lak’ech!
Dra. Verónica Aceves Peredo.
[email protected]
Psicoterapeuta-grafóloga