“Un guerrero de la luz usa la soledad, pero no permite ser usado por ella”
Paulo Coelho
Debido a que somos seres gregarios, uno de los grandes miedos del ser humano lo identificamos como SOLEDAD, la cual invariablemente la asociamos con una manera negativa de nuestra vida, sin embargo solo es un estado de ánimo provocado en su mayor parte por los apegos y un desfasamiento entre nuestra trinidad (cuerpo, espíritu y alma), ya que la soledad absoluta y espiritualmente no existe, siempre nos acompañan nuestros seres de Luz creamos o no en ellos.
La soledad tiene un profundo concepto filosófico y poético. En ciertos momentos nos hace sentir infelices y o vacíos, con una vida sin sentido, pero en otros, gracias a ella, muchos encontramos senderos ocultos que si no fuera por ese estado de ánimo no caminaríamos, ya que invariablemente nos lleva a encontrar nuestro sentido de consciencia.
La sociedad nos ha inculcado que es una tragedia, aceptarla de esta forma, es ponernos en el papel de víctima y es el primer paso a una vida de sufrimiento, y nos empuja a un gran error, tratar de estar acompañados sin importar las formas o circunstancias ni quien es el acompañante, es tratar de huir de una falta de identidad como seres de Luz, es no saber aceptar nuestra esencia divina de que estamos integrados al Universo y que el Universo está dentro de nosotros, de ahí mi afirmación de que la soledad espiritualmente no existe, independientemente de nuestras creencias o doctrina que practiquemos.
La soledad la podemos encuadrar en una línea donde existe el blanco y en el otro extremo el negro, pasando por todos los matices del gris existente entre ambos puntos. El blanco es la soledad por decisión individual y el negro es por la incapacidad de relacionarte y amarte a ti mismo y a los que te rodean.
Ejemplos de los grises está en la soledad ascética, donde los ermitaños renuncian al mundo que los rodea para no comprometerse en amarlo o al contrario, porque lo aman mucho y su compromiso es buscar una iluminación que los lleve por otros senderos (como el Budismo), o el casanova que va de una relación a otra por no sentirse solo y no se compromete a vivir plenamente y en consciencia.
La espiritualidad nos enseña que el compromiso es con uno mismo, al tratar de tener una conciencia clara al respecto de nuestro rol en el Universo, nos lleva a una tranquilidad y plenitud de saber y sentirnos acompañados, siempre de Luz, identificados con nosotros mismos, reconocer que formamos parte de una comunidad, pero que no debemos depender de esa comunidad para saber y conocer nuestro valor como seres de Luz y amor.
Hagamos de la soledad nuestra aliada y usémosla como la oportunidad para atrevernos a recorrer el camino que nos llevará al equilibrio, a la felicidad, a la plenitud, porque en ella tendremos la capacidad de sacar nuestro mayor potencial de crecimiento. No la veamos como el castigo o la carga por no amarnos o no saber amar.
Cuanto mayor sea nuestro sentido de Soledad consciente, mayor será nuestra fortaleza y capacidad de entender nuestro papel en el Universo. Una soledad inconsciente nos llevara a la desesperación, a la depresión y por ende a enfermedades físicas, psíquicas y espirituales.
Aprendamos a conocernos y gozarnos en soledad, disfrutemos el dialogo interno de esos momentos y acompañémonos con nuestro corazón.
Si nuestra soledad nos asusta, podemos usar un cuarzo rosa o un ágata violeta para centrarnos en nosotros mismo, el incienso de cedro o patchuli nos da la sensación de compañía y tranquilidad y un baño de pétalos de rosa nos reconfortara y alejará la sensación de vacío que puede provocar la soledad.
Atrevámonos a jugar con ella, sin miedo, con respeto y lograremos crecer y fortalecernos internamente.