” Mientras no estés en contacto con tu ser interior, todas las acciones del ser en el entorno no son tus acciones. Quieres administrar al mundo entero a tu alrededor pero no quieres administrar tu propio mundo dentro de tu mundo. Dentro de ti hay una personalidad muy profunda, si no encuentras esa profundidad, tu dimensión no despertará y tu dirección nunca será completada.”—Yogi Bhajan
El ego es justo lo contrario de tu verdadero ser. El ego no eres tú, sino el engaño creado por la sociedad para que te entretengas con esa baratija y no te plantees preguntas sobre lo verdadero. Por eso, a menos que te liberes del ego, jamás llegarás a conocerte. Naciste con tu auténtico ser. Después empezaron a crearte un falso ser: eres cristiano, eres católico, blanco, mexicano, alemán, perteneces a la raza elegida por Dios, estás destinado a dominar el mundo, etcétera. Crean una falsa idea de quién eres. Te ponen nombre y en torno a ese nombre crean ambiciones, condicionamientos. Y poco a poco —porque lleva casi una tercera parte de la vida— actúan sobre el ego en el colegio, en la iglesia, en el instituto, en la universidad... Cuando acabas la universidad has olvidado por completo tu ser inocente.
Eres un gran ego que ha superado la universidad con matrícula de honor y está preparado para salir al mundo. Ese ego tiene toda clase de deseos y ambiciones, y quiere estar siempre por encima de todo. Ese ego se aprovecha de ti y no permite ni que vislumbres tu auténtico ser, cuando tu vida está precisamente ahí, en la autenticidad. De ahí que el ego solo produzca tristeza, sufrimiento, lucha, frustración, locura, suicidios, asesinatos... toda clase de crímenes. Quien va en pos de la verdad tiene que empezar por este punto: descartar cuanto la sociedad le ha dicho que es. Tú no eres eso, porque nadie sino tú puede saber quién eres; ni tus padres, ni tus profesores, ni los sacerdotes. Salvo tú mismo, nadie puede penetrar en la intimidad de tu ser, nadie sabe nada de ti, y todo lo que han dicho sobre ti es falso. Déjalo a un lado. Desmantela todo ese ego. Al destruir el ego, descubrirás tu ser, y ese descubrimiento es el mayor que se puede dar, porque supone el inicio de una nueva peregrinación hacia la felicidad absoluta, hacia la vida eterna. Se puede elegir, entre la frustración, el sufrimiento, la tristeza, seguir aferrándose al ego y alimentándolo, o la paz, el silencio y la felicidad; pero para eso hay que recobrar la inocencia.
La mente egotista está completamente condicionada por el pasado. Su condicionamiento es doble y consta de contenido y estructura.
Para el niño que llora amargamente porque ya no tiene su juguete, en donde éste representa el contenido. Es intercambiable con cualquier otro contenido, otro juguete u objeto. El contenido con el cual nos identificamos está condicionado por el entorno, la crianza y la cultura que nos rodea. El hecho de que sea un niño rico o pobre, o que el juguete sea un trozo de madera en forma de animal o un aparato electrónico sofisticado no tiene importancia en lo que se refiere al sufrimiento provocado por su pérdida. La razón por la que se produce ese sufrimiento agudo está oculta en la palabra “mío” y es estructural. La compulsión inconsciente de promover nuestra identidad a través de la asociación con un objeto es parte integral de la estructura misma de la mente egotista.
Una de las estructuras mentales básicas a través de la cual entra en existencia el ego es la identificación. El vocablo “identificación” viene del latín “ídem” que significa “igual” y “facere” que significa “hacer”. Así, cuando nos identificamos con algo, lo “hacemos igual“. ¿Igual a qué? Igual al yo.
Dotamos a ese algo de un sentido de ser, de tal manera que se convierte en parte de nuestra “identidad”. En uno de los niveles más básicos de iden¬tificación están las cosas: el juguete se convierte después en el automóvil, la casa, la ropa, etcétera. Tratamos de hallarnos en las cosas pero nunca lo logramos del todo y terminamos perdiéndo¬nos en ellas. Ese es el destino del ego.
Quienes trabajan en la industria de la publicidad saben muy bien que para vender cosas que las personas realmente no necesitan deben convencerlas de que esas cosas aportarán algo a la forma como se ven a sí mismas o como las perciben los demás, en otras palabras, que agregarán a su sentido del ser. Lo hacen, por ejemplo, afirmando que podremos sobresalir entre la multitud utilizando el producto en cuestión y, por ende, que estaremos más completos. O crean la asociación mental entre el producto y un personaje famoso o una persona joven, atractiva o aparentemente feliz.
Las cosas con las cuales nos identificamos varían de una per¬sona a otra de acuerdo con la edad, el género, los ingresos, la clase social, la moda, la cultura, etcétera. Aquello con lo cual nos iden-tificamos tiene relación con el contenido; por otra parte, la com¬pulsión inconsciente por identificarse es estructural. Esta es una de las formas más elementales como opera la mente egotista.
Paradójicamente, lo que sostiene a la llamada sociedad de consumo es el hecho mismo de que el intento por reconocernos en las cosas no funciona: la satisfacción del ego dura poco y en-tonces continuamos con la búsqueda y seguimos comprando y consumiendo.
Claro está que en esta dimensión física en la cual habita nuestro ser superficial, las cosas son necesarias y son parte inevitable de la vida. Necesitamos vivienda, ropa, muebles, herramientas, transporte. Quizás haya también cosas que valoramos por su belleza o sus cualidades inherentes. Debemos honrar el mundo de las cosas en lugar de despreciarlo. Cada cosa tiene una cualidad de Ser, es una forma temporal originada dentro de la Vida Única informe fuente de todas las cosas, todos los cuerpos y todas las formas. En la mayoría de las culturas antiguas se creía que todas las cosas, hasta los objetos inanimados, alojaban un espíritu y, en este sen¬tido, estaban más cerca de la verdad que nosotros. Cuando se vive en un mundo aletargado por la abstracción mental, no se percibe la vida del universo. La mayoría de las personas no viven en una realidad viva sino conceptualizada.
Pero no podemos honrar realmente las cosas si las utilizamos para fortalecer nuestro ser, es decir, si tratamos de encontrarnos a través de ellas. Eso es exactamente lo que hace el ego. La iden-tificación del ego con las cosas da lugar al apego y la obsesión, los cuales crean a su vez la sociedad de consumo y las estructuras económicas donde la única medida de progreso es tener siempre más. El deseo incontrolado de tener más, de crecer incesantemente, es una disfunción y una enfermedad.
Muchas personas agotan buena parte de su vida en la preocu¬pación obsesiva por las cosas. Es por eso que uno de los males de nuestros tiempos es la proliferación de los objetos. Cuando perdemos la capacidad de sentir esa vida que somos, lo más probable es que tratemos de llenar la vida con cosas. A manera de práctica espiritual, le sugiero investigar su relación con el mundo de las cosas observándose a si mismo y, en particular, observando las cosas designadas con la palabra “mi”. Debe mantenerse alerta y ver honestamente si su sentido de valía está ligado a sus posesio¬nes. ¿Hay cosas que inducen una sensación sutil de importancia o superioridad? ¿Acaso la falta de esas cosas le hace sentir inferior a otras personas que poseen más que usted? ¿Menciona casualmente las cosas que posee o hace alarde de ellas para aparecer superior a los ojos de otra persona y, a través de ella, a sus pro¬pios ojos? ¿Siente ira o resentimiento cuando alguien tiene más que usted o cuando pierde un bien preciado?
Una historia que claramente nos muestra cómo funciona el ego es de Buda:
Estaba el Buda meditando en la espesura junto a sus discípulos, cuando se acercó un detractor espiritual que lo detestaba y aprovechando el momento de mayor concentración del Buda, lo insultó lo escupió y le arrojó tierra.
Buda salió del trance al instante y con una sonrisa plácida envolvió con compasión al agresor; sin embargo, los discípulos reaccionaron violentamente, atraparon al hombre y alzando palos y piedras, esperaron la orden del Buda para darle su merecido.
Buda en un instante percibe la totalidad de la situación, y les ordena a los discípulos, que suelten al hombre y se dirige a este con suavidad y convicción diciéndole:
-“Mire lo que usted generó en nosotros, nos expuso como un espejo muestra el verdadero rostro. Desde ahora le pido por favor que venga todos los días, a probar nuestra verdad o nuestra hipocresía. Usted vio que en un instante yo lo llené de amor, pero estos hombres que hace años me siguen por todos lados meditando y orando, demuestran no entender ni vivir el proceso de la unidad y quisieron responder con una agresión similar o mayor a la recibida.
Regrese siempre que desee, usted es mi invitado de honor. Todo insulto suyo será bien recibido, como un estímulo para ver si vibramos alto, o es sólo un engaño de la mente esto de ver la unidad en todo”.
Cuando escucharon esto, tanto los discípulos como el hombre, se retiraron de la presencia del Buda rápidamente, llenos de culpa, cada uno percibiendo la lección de grandeza del maestro y tratando de escapar de su mirada y de la vergüenza interna.
A la mañana siguiente, el agresor, se presentó ante Buda, se arrojó a sus pies y le dijo en forma muy sentida.
No pude dormir en toda la noche, la culpa es muy grande, le suplico que me perdone y me acepte junto a Usted”
Buda con una sonrisa en el rostro, le dijo: “Usted es libre de quedarse con nosotros, ya mismo; pero no puedo perdonarlo”
El hombre muy compungido, le pidió que por favor lo hiciera, ya que él era el maestro de la compasión, a lo que el Buda respondió:
-“Entiéndame, claramente, para que alguien perdone, debe haber un ego herido; solo el ego herido, la falsa creencia de que uno es la personalidad, ese es quien puede perdonar, después de haber odiado, o resentido, se pasa a un nivel de cierto avance, con una trampa incluida, que es la necesidad de sentirse espiritualmente superior, a aquel que en su bajeza mental nos hirió. Solo alguien que sigue viendo la dualidad, y se considera a sí mismo muy sabio, perdona, a aquel ignorante que le causó una herida”.
Y continuó: “No es mi caso, yo lo veo como un alma afín, no me siento superior, no siento que me hayas herido, solo tengo amor en mi corazón por usted, no puedo perdonarlo, solo lo amo.Quien ama, ya no necesita perdonar.”
El hombre no pudo disimular una cierta desilusión, ya que las palabras de Buda eran muy profundas para ser captadas por una mente llena todavía de turbulencia y necesidad, y ante esa mirada carente, el Buda añadió con comprensión infinita:
-“Percibo lo que le pasa, vamos a resolverlo: Para perdonar, ya sabemos que necesitamos a alguien dispuesto a perdonar. Vamos a buscar a los discípulos, en su soberbia están todavía llenos de rencor, y les va a gustar mucho que usted les pida perdón. En su ignorancia se van a sentir magnánimos por perdonarlo, poderosos por darle su perdón, y usted también va a estar contento y tranquilo por recibirlo, va a sentir un reaseguro en su ego culposo, y así más o menos todos quedarán contentos y seguiremos meditando en el bosque, como si nada hubiera pasado”
Y así fue.
MEDITACIÓN
ERRADICADOR DEL EGO
El erradicador del ego es una excelente manera de empezar el día o de traer vitalidad y tranquilada al cuerpo y mente durante las actividades diarias.
Muchas veces, existe una gran cantidad de confusión y miedo que no nos permiten ver la solución a nuestros problemas o simplemente nos obstaculiza para encontrar mejores posibilidades y poder vivir plenamente. El ego, de igual manera crea relaciones conflictivas ya que existe el deseo de siempre tener la razón y ganar todos los argumentos.
Poco a poco podrás empezar a aquietar la voz del ego con sus juicios y miedos, los cuales solo crean infelicidad y estrés.
Aparte de aquietar el ego, esta meditación ayuda a liberar estrés y energetiza el cuerpo completamente. Gracias a la respiración de fuego, se eliminan toxinas, se expande la capacidad de los pulmones, se fortalece el sistema nervioso, se oxigena el cerebro y crea balance entre sistema simpático y parasimpático entre muchos otros beneficios.
Asegúrate de realizar esta meditación con el estómago vacío.
Como opción, puedes entonar con el mantra ONG NAMO GURU DEV NAMO antes de empezar la meditación. Este mantra te sintoniza con la energía universal y con tu maestro interior de manera que tu vibración se eleve.
1. Siéntate en la postura fácil sukhasana -piernas cruzadas. Si esta pose pone mucha tensión en tus caderas y rodillas, puedes sentarte sobre un bloque de Yoga, almohada o una sábana -doblada.
2. Eleva los brazos en un ángulo de 60 grados. Flexiona los dedos de manera que la yema de los dedos toque la montura de los mismos. El dedo pulgar permanece extendido. Las manos miran hacia el frente.
3. El enfoque es en el tercer ojo – sexto chakra. El tercer ojo se encuentra entre los ojos donde estos y la nariz se unen.
4. Realiza la respiración de fuego. Si sientes mareo debes parar y simplemente respirar largo y profundo. Mujeres embarazadas y durante los 3 primeros días del ciclo o con presión alta no deben practicar este tipo de respiración. Si este es el caso, puedes respirar largo y profundo.
5. Para terminar, inhala llevando los brazos sobre tu cabeza de manera que los pulgares se toquen. Sostén la inhalación y aplica mulabhanda -contrae los músculos del recto, genitales y esfínter. Exhala, y repítelo una vez más. Lentamente baja los brazos y descansa las manos sobre las rodillas. Respira por unos segundos con los ojos cerrados y cuando te sientas listo abre los ojos.
Respiración de fuego: Es un movimiento rápido, rítmico y consciente que se realiza a través de la nariz. Las inhalaciones y exhalaciones tienen la misma duración. Al inhalar es estomago se expande y al exhalar se contrae.
Una forma fácil de practicar es abrir la boca, sacar la lengua y respirar como un perro agitado. Realiza esta respiración por unos segundos y nota como tu área abdominal -el plexo solar- se mueve. Luego puedes cerrar la boca y practicar el mismo estilo de respiración pero esta vez con la boca cerrada. Al cerrar la boca y solo respirar por la nariz ya estas practicando la respiración de fuego. Asegúrate de encontrar un ritmo que puedas sostener. Ve tan rápido o tan lento como sea necesario.
Referencias:
El Libro del Ego de Osho
El Ego Eckhart Tolle
La consciencia infinita Buda