Por Verónica Aceves Peredo
“De noventa enfermedades, cincuenta la produce la culpa y cuarenta la ignorancia”. Anónimo
Vivimos en una sociedad culpígena, que está reforzada también con religiones, creencias y enseñanzas familiares que potencializan este sentimiento del todo dañino para nosotros mismos y para los demás.
A lo largo de generaciones y a través del transcurso del tiempo la culpabilidad se ha establecido entre nuestras emociones más nocivas, junto con el miedo, la ira, y el rencor.
La culpabilidad es algo complejo y si bien todos la hemos experimentado, no todos sentimos culpa por los mismos motivos, entonces la pregunta es en base a qué se establece esta emoción.
Antes de continuar, quiero diferenciar claramente entre sentir culpa y hacerse responsable de cometer un error o equivocación.
La responsabilidad como ya hemos hablado en otros artículos es asumir que nos equivocamos y tomar consciencia ya sea para reparar el daño o para evitar cometer en el futuro errores similares evitando siempre y en lo posible afectar a terceros física o moralmente, y por supuesto a nosotros mismos, ya sea de manera consciente o inconsciente.
Con respecto a sentir culpa, lo primero a decir, es que no sirve de nada ya que no consigue causar en nosotros consciencia, sino más bien causa dolor, baja nuestra autoestima, nos llega a paralizar, nos enferma e implícitamente trae como consecuencia la necesidad de que debemos recibir un castigo, y ésto en todo caso seria “la aparente reparación”, lo cual es totalmente irreal.
La culpa se basa en el Yo Ideal y como ha sido formado éste, en cada sociedad o comunidad; es decir, según las normas que nuestros padres nos hayan enseñado, quienes a su vez aprendieron de los suyos y así sucesivamente, una serie de reglas a seguir como adecuadas y aceptadas dentro de su sociedad, familia o grupo; por otra parte, generalmente estas reglas no solamente son locales, sino también son temporales y muchas se han ido modificando a través del tiempo, quizás sin que lo hayamos notado.
Pongamos un ejemplo, de la localidad, labilidad y temporalidad de la culpa y sus consecuencias.
Un buen ejemplo es la monogamia y poligamia, que en nuestros tiempos co-existen.
En términos generales la monogamia se inició muchos siglos atrás cuando se da el cambio de sociedades matriarcales y colectivas que eran poligamicas, a patriarcales y basadas en la propiedad privada.
Los hombres consideraron como propiedad: la tierra, a la mujer e hijos, de tal forma que querían asegurarse que sus descendientes fueran suyos y no de otro “macho”, por ello era necesario controlar la libertad sexual de la mujer y penalizar y castigar severamente la infidelidad.
La “monogamia” paso principalmente de Europa a los países de occidente.
Sin embargo, actualmente en más de 50 países es legal tener más de una esposa, siendo culturalmente aceptada esta opción, principalmente en países musulmanes, entre los menonitas, y los mormones. Incluso legalmente está autorizada en el estado de Utah, en Estados Unidos.
Por otra parte, en cuanto a temporalidad, por ejemplo en la época del rey David, la poligamia era totalmente aceptada, incluso él la practicó.
Todo lo anterior viene al caso, ya que si bien en nuestra sociedad existe la monogamia como una regla social, cuya infracción es condenada moral y hasta legalmente; y por lo tanto podría causar culpabilidad su infracción, en esta misma sociedad existen lugares en donde tener diferentes parejas no significa más que un derecho, una elección y no es vista con culpabilidad, sino con aceptación y naturalidad; no solo hablamos de varones con derecho a tener varias esposas, sino que también existen tribus en donde la mujer tiene derecho a varias parejas o poliandria.
Lógicamente, lo que no va en contra de las leyes, normas y usos de una sociedad, familia, o grupo no afecta el yo ideal, o su superyó, que hemos introyectado, por lo tanto no causa culpabilidad.
De tal forma que lo que es erróneo para unos, no lo es para otros y por lo tanto la culpa tiene que ver con la interpretación que desde nuestras creencias, se dé, a infringir una ley o mandato.
Empezando por este hecho, la culpabilidad comienza a ser muy cuestionable, porque puede estar basada en un daño imaginario, inculcado o real, ya que se experimenta, según nuestros pensamientos como el haber cometido un acto que nos aleja de los valores justos y positivos y no como un error que al afectar a otros, me afecta a mí, porque todos formamos una unidad.
La culpa en breves palabras es el sentimiento de “haber hecho algo malo” (no un error, nótese) y como mencioné anteriormente, inconscientemente estaremos buscando castigo, el cual puede ser físico: que puede ir desde sentir dolores, opresión en el pecho, malestares generales, etc., emocionales: como ansiedad, vergüenza, depresión, lastima de uno mismo, auto enojo, etc. y mentales: por ejemplo, sentimientos de desvalorización, de no merecimiento, de condenación, incluso, de condenación “eterna”. Aunque el espíritu siempre es puro, la creencia que impera en muchas personas, es que éste puede ser castigado por toda la eternidad!
Sea cual sea su manifestación y el nivel de consciencia o inconsciencia con que se viva la culpa, está nos afectará hasta dañarnos permanentemente.
Es por ello que es necesario cambiar algunas ideas, conceptos y paradigmas con respecto a la culpa.
Erradicar el concepto de culpa y traducirla en equivocación, ya que como dice UCDM, el error se corrige, la culpa implica castigo. También dice UCDM (Un Curso De Milagros): “Mis pensamientos son imágenes que yo mismo he fabricado”.
El siguiente punto es perdonarnos. Y de ser posible pedir perdón a quien hemos afectado.
Después reconocer que estamos sintiendo culpa. Es decir, darnos cuenta que estamos experimentando culpabilidad y que ésta, no soluciona los errores y nos afecta.
Es importante identificar de donde viene la culpa; lo que significa analizar si estamos sintiendo que no cumplimos con las expectativas que nuestro grupo, sociedad, familia, creencias, o incluso las que nosotros mismos teníamos.
También saber conscientemente que tan real es nuestra equivocación, o que tan imaginaria, o inculcada es por otros.
Tendríamos como siguiente paso determinar cómo es la mejor forma de reparar el error y hacerlo de inmediato. Y sobre todo sin experimentar culpa.
Conclusión.
No dejemos que la culpa se interiorice en nosotros mismos y no nos permita vivir, desvalorizándonos paulatinamente cada vez más, hasta quizás llegar a matarnos, real o virtualmente.
Si te has equivocado perdónate, aprende de tus errores, repara si es posible y confía en que Dios, siempre está en ti, que para El siempre habrá perdón, porque Dios es Amor y tú eres su Hijo.