Como seres conscientes, siempre tenemos la oportunidad de escoger lo que queremos expresar, transformar, hacer y ser en cuanto a la parte de nuestros propios actos, hacer balance de situaciones y tomar decisiones.
Hablar de Fortaleza es hablar de debilidades también.
La fortaleza la podemos definir como el conjunto de cualidades, habilidades o capacidades que nos hacen sobresalir positivamente en cualquier ámbito de nuestra vida y realizar tareas en concreto con facilidad y éxito.
Y el por principio de equilibrio debemos de tomar en cuenta las debilidades.
Si la fortaleza nos da control, las debilidades no, e invariablemente son las que surgen en los momentos críticos al tomar decisiones.
¿Y si de manera consciente hacemos de nuestras debilidades nuestra fortaleza?
El cambio de 180° lo podemos lograr aceptando la carencia de la habilidad que tenemos, nuestra sensibilidad y o la debilidad de nuestro carácter o temperamento, si logramos concientizar, logramos controlar esa parte que se nos escapa y genera el temor e inseguridad al enfrentarnos a nuestros propios demonios, estaremos haciendo el cambio.
No tenemos por qué ser buenos en todo lo que se nos enfrenta en el camino, podemos tratar de hacerlo, pero siempre habrán cosas que se nos dan mejor que otras y eso es parte de la oportunidad del día siguiente “si hoy no pude, mañana vuelve a salir el sol”. Nadie nace sabiendo y el aprender día con día es una ley de vida.
No es posible imaginar a alguien que maneje a la perfección todos los aspectos de su vida. Todos debemos aspirar a la excelencia, no a la perfección.
Y es ahí donde somos humanos, asertivos y falibles, tenemos fortalezas y debilidades, pero juntas las dos puntas de la cuerda nos hacen ser más fuertes, porque son parte de nosotros y es donde entra nuestra conciencia para ser mejores.
No es más fuerte el que no expresa su dolor y emociones, sino el que sabe llorar y acepta su debilidad.
De ahí que la debilidad nos fortalece y se convierte en nuestra herramienta más útil para nuestro crecimiento espiritual.
Cuando nos sentimos débiles físicamente o “cargados” de mala energía. Podemos bañarnos con un enjuague de hierbas de olor, un manojo de ellas (tomillo, mejorana, laurel) las hervimos en agua con un puño de sal de grano, preferentemente de mar y una vez que ha hervido el agua, agregarle un tercio de litro de vinagre (no importa si es de manzana, sidra o caña, si es blanco o de color), una vez que terminamos nuestro aseo, enjuagarnos con este preparado y enjuagarnos con agua limpia al final.
Si usamos incienso de aroma ámbar y o natural, nos ayuda a fortalecer nuestro espíritu además de darnos un abrazo de compasión hacia nosotros mismos.
Recordemos que la fuerza de nuestro espíritu radica en el más sensible punto de nosotros: nuestro corazón.