Por: Verónica Aceves Peredo.
“Conocer a Buda” (Cuentos Tibetanos).
Había un joven monje que quería conocer a Buda y ser discípulo suyo. Había escuchado que estaba predicando en un pueblo y se dirigía hacia allí. Por el camino se encontró a un anciano que acarreaba una gran carga de leña y decidió desviarse un poco para ayudarlo y acompañarlo a casa. Cuando al fin llegó al pueblo, Buda se había marchado.
Preguntando de pueblo en pueblo averiguó a donde había ido y se puso en marcha, pero en el camino encontró una mujer que había caído al rio y se ahogaba. Se tiró a salvarla, encendió un fuego para calentarla y se quedó con ella hasta que se repuso. Cuando finalmente llegó al pueblo, Buda ya no estaba.
Pasaron muchos años y el monje nunca consiguió encontrar a Buda, siempre llegaba tarde. Un día supo que se encontraba en el pueblo de al lado, pero que estaba muy enfermo y no viviría hasta el amanecer. Decidió que esta vez si conseguiría conocerlo. Nada le podría detener.
Mientras cruzaba el bosque encontró un ciervo, herido por la fecha de un cazador. El monje dudó sí debía seguir su camino, pero no podía abandonar al ciervo moribundo. Le curó sus heridas, lo tapó con su manta y lo cuido toda la noche. Al amanecer, el monje se sintió triste y pensó “he perdido mi última oportunidad, nunca podré conocer a buda porque ha muerto. “Entonces el ciervo se puso de pie y dijo:
“MIENTRAS QUEDE EN EL MUNDO GENTE CON TANTA COMPASIÓN COMO TU, BUDA NO MORIRÁ. NO NECESITABAS CONOCERME PORQUE SIEMPRE ME LLEVASTE EN EL CORAZÓN.”
Para mí este cuento, muestra con gran claridad y de manera sencilla lo que es la compasión y no requiere de mayor explicación.
Lo que necesitamos es ser como este joven monje y necesitamos también como dice Matthieu Ricard:
¡… una sociedad más compasiva! (más de éstos monjes…)
En su libro “La ciencia de la compasión” Ricard, nos expone, que la sociedad se ha preocupado principalmente por la educación académica, olvidando las cualidades humanas para ser felices. Se cultiva solo la inteligencia, que es una herramienta y no se cultivan los valores que deben dirigir esta herramienta, la cual puede ser utilizada para construir o destruir; “la herramienta sin intención, sin un actitud, sin un valor, no es absolutamente nada”.
Empecemos con nosotros mismos, practicando la compasión, aunando este valor a nuestra inteligencia y poniendo la intención en utilizarla.
Generalmente, es con nosotros mismos con quienes somos menos compasivos, llegamos a ser crueles y despiadados con nuestros juicios, con nuestras conductas y esto se refleja en nuestro actuar con los demás.
Asumamos nuestras fallas, perdonemos con compasión y veamos a nuestros semejantes con amor, Y compasión: calzando simbólicamente sus zapatos!
Para terminar, me gustaría repetir una frase que viene al caso de Pedro Pablo Sacristán:
“La verdadera justicia necesita mirar al futuro y utilizar la compasión para no convertirse en una forma más de venganza”.
Psicoterapeuta- grafóloga
[email protected]
“Conocer a Buda” (Cuentos Tibetanos).
Había un joven monje que quería conocer a Buda y ser discípulo suyo. Había escuchado que estaba predicando en un pueblo y se dirigía hacia allí. Por el camino se encontró a un anciano que acarreaba una gran carga de leña y decidió desviarse un poco para ayudarlo y acompañarlo a casa. Cuando al fin llegó al pueblo, Buda se había marchado.
Preguntando de pueblo en pueblo averiguó a donde había ido y se puso en marcha, pero en el camino encontró una mujer que había caído al rio y se ahogaba. Se tiró a salvarla, encendió un fuego para calentarla y se quedó con ella hasta que se repuso. Cuando finalmente llegó al pueblo, Buda ya no estaba.
Pasaron muchos años y el monje nunca consiguió encontrar a Buda, siempre llegaba tarde. Un día supo que se encontraba en el pueblo de al lado, pero que estaba muy enfermo y no viviría hasta el amanecer. Decidió que esta vez si conseguiría conocerlo. Nada le podría detener.
Mientras cruzaba el bosque encontró un ciervo, herido por la fecha de un cazador. El monje dudó sí debía seguir su camino, pero no podía abandonar al ciervo moribundo. Le curó sus heridas, lo tapó con su manta y lo cuido toda la noche. Al amanecer, el monje se sintió triste y pensó “he perdido mi última oportunidad, nunca podré conocer a buda porque ha muerto. “Entonces el ciervo se puso de pie y dijo:
“MIENTRAS QUEDE EN EL MUNDO GENTE CON TANTA COMPASIÓN COMO TU, BUDA NO MORIRÁ. NO NECESITABAS CONOCERME PORQUE SIEMPRE ME LLEVASTE EN EL CORAZÓN.”
Para mí este cuento, muestra con gran claridad y de manera sencilla lo que es la compasión y no requiere de mayor explicación.
Lo que necesitamos es ser como este joven monje y necesitamos también como dice Matthieu Ricard:
¡… una sociedad más compasiva! (más de éstos monjes…)
En su libro “La ciencia de la compasión” Ricard, nos expone, que la sociedad se ha preocupado principalmente por la educación académica, olvidando las cualidades humanas para ser felices. Se cultiva solo la inteligencia, que es una herramienta y no se cultivan los valores que deben dirigir esta herramienta, la cual puede ser utilizada para construir o destruir; “la herramienta sin intención, sin un actitud, sin un valor, no es absolutamente nada”.
Empecemos con nosotros mismos, practicando la compasión, aunando este valor a nuestra inteligencia y poniendo la intención en utilizarla.
Generalmente, es con nosotros mismos con quienes somos menos compasivos, llegamos a ser crueles y despiadados con nuestros juicios, con nuestras conductas y esto se refleja en nuestro actuar con los demás.
Asumamos nuestras fallas, perdonemos con compasión y veamos a nuestros semejantes con amor, Y compasión: calzando simbólicamente sus zapatos!
Para terminar, me gustaría repetir una frase que viene al caso de Pedro Pablo Sacristán:
“La verdadera justicia necesita mirar al futuro y utilizar la compasión para no convertirse en una forma más de venganza”.
Psicoterapeuta- grafóloga
[email protected]